Fray Cesáreo de Armellada (nombre de pila: Jesús María García Gómez, nació en Armellada, España 1908, murió en Caracas, Venezuela, 1996), fue un religioso, periodista, escritor e investigador, principalmente, de la lengua pemón, recopilador de su cultura y tradición oral. Se hacía llamar "Emasense tuari", esto es, "el pobre corresenderos".
FRAY CESÁREO DE ARMELLADA |
Conjuntamente con Carmela Betivenga de Napolitano, produjeron un hermoso libro titulado: LITERATURAS INDÍGENAS VENEZOLANAS (imágenes 1 y 2).
Imagen 1 |
Imagen 2 |
De los escritos allí concentrados, queremos reproducir un entomocuento guajiro denominado:
LA ABEJA EN BUSCA DE CASA
Una abeja se dio cuenta de que iba a ser madre y se fue al bosque en busca de casa para sus hijos.
Con el zumbido, que es su palabra, se fue de árbol en árbol saludándolos.
El día entero se lo pasó zumbando en torno a los árboles; pero ninguno le abrió la puerta ni le contestó con el acostumbrado ¿has venido?
Cuando ya se iba haciendo tarde, la abeja muy malhumorada dijo: ¿Qué os pasa?; ¿por qué estáis así?; ¿acaso yo soy mala persona?; ¿acaso vengo a haceros daño?
Entonces uno de los árboles, no pudiendo contenerse, se rajó, abrió su boca y dijo: "No; tú no eres mala persona, tú no nos haces daño. Al contrario, tú nos pones dulzura en el corazón y música en nuestros oídos. Pero lo malo es lo que viene detrás de tí".
¿Qué es lo que viene detrás de mí?, preguntó la abeja. El árbol aquel abrió aún más su boca y le respondió: "Esto es lo que viene detrás de ti; que el indio oye el zumbido o arrullo de tus hijos, afila su hacha y viene y nos raja el vientre o nos corta por el pie para arrancarnos la miel del corazón".
En esta conversación el árbol se fue rajando tanto, que la abeja se le metió dentro. Allí pasó la noche y al otro día comenzó ya a fabricar la casa para sus hijos.
El árbol estaba contento y se olvidó de lo que había dicho. Y se alegraba más que todos los otros árboles por lo dulce que tenía el corazón y los arrullos de las abejitas.
Pero poco tiempo después un indio que vio la colmena, se fue a su casa, afiló el hacha y vino y mató el árbol cortándolo por su pie.
Lo cual quiere decir que no siempre ni a todos se les puede dar hospedaje, aunque sean buenas personas; y que es mejor callar que responder reproches.
Recogido por el P. Armellada.
Informante, la indígena, Delia María Báez. (En Tricolor, año XXIV, No. 226, junio 1972, p.7).
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